sábado, 31 de enero de 2009

Séptimo capítulo de El hombre que ríe

Y un día más estamos con El hombre que ríe. Esta vez les toca el turno a Biggs y Wedge, dos de los cuatro nuevos personajes que han aparecido, que visitarán la casa de los Smith. Un capítulo bastante fundido de parodias.
EL HOMBRE QUE RÍE
Capítulo VII: Hogar, frío hogar.

-Oye, Biggs –le comentó Wedge mientras se dirigían hacia la casa de los Smith-, ¿has visto qué cara se me puso delante del superintendente? –rió- ¿La viste? ¿Eh?
-Sí, sí, la vi… -respondió con poco interés Biggs.
-¿Crees que encontraremos la casa, Biggs? –hizo una pausa- ¿Eh?
-Si no lo creyera, no estaría yendo hacia allí.
-Cierto. Cuánta razón tienes, Biggs. Eres más sabio que un día sin pan. –cogió aliento- Oye, ¿viste a la teniente Bajirül? Qué guapa se ha hecho, ¿verdad?
-Sí, muy guapa… -le respondió de igual modo Biggs, que ya estaba acostumbrado a su pesadez.
-¿Y al capitán Filomena? ¿Qué le pasa con la voz? Por cierto...Tiene un nombre bastante ridículo, ¿no? Hacía tiempo que…
-Cállate, pesado, que ya llegamos.
Y al fin Biggs y Wedge llegaron a la casa de los Smith. Era una buena casa, sin duda, con su patio de estilo inglés bien cortadito y todo lo demás. Como era de esperar, la señora Smith estaba cosiendo un jersey para su marido, que estaba encerrado en el lavabo pasando el rato. Llamaron a la puerta.
-No, gracias. –dijo la señora Smith- No aceptamos visitas de admiradores ni de parientes lejanos.
-¿Ni de viejos amigos? –respondió detrás de la puerta Wedge.
-¿Gandalf? –preguntó la señora Smith con un tono muy alegre y jovial mientras abría la puerta.
-No. –contestó Biggs mientras pisaba el suelo de la puerta para que no se cerrara- La policía. Venimos de interrogatorio.
-¡Cielo santo! –gritó la mujer- ¡¡Yo no he hecho nada malo!! ¡Ha sido mi hijo! ¡Perdónenme! ¡No…! –y acto seguido se desmayó a causa de una crisis nerviosa.
-¡Dios! ¡Biggs! ¡Qué has hecho! –gritó desesperado Wedge- ¡Dios, Biggs! ¡Nos van a llevar a la policía! ¡Ay, madre…!
-La policía somos nosotros, imbécil. –dijo Biggs.
Entonces apareció el señor Smith con un periódico que le tapaba la cara. No se exaltó demasiado al ver a su mujer tirada en el suelo. La recogió tranquilamente y la sentó en una silla. Todo eso lo hizo leyendo el periódico.
-Bueno, novatillos, -dijo el señor Smith mientras dejaba el periódico encima de la mesa- ¿Qué asuntos os traen aquí?
Los cuatro ojos de los cadetes se empequeñecieron y sus rostros se pusieron pálidos, llenos de sorpresa. Ancho bigote y espesa barba…La cara del señor Smith era idéntica a…
-¡Superintendente Pepino! –exclamaron Biggs y Wedge al unísono.
-No. Soy su hermano gemelo. Cutre, ¿verdad?
-Sí…-respondieron los dos con la cara de alguien que ve resucitar misteriosamente y de manera cutre a un personaje en una serie de anime de robots.
-Hay que ver…Estos escritores de hoy en día son patéticos. –dijo el señor Smith- Y si matan al superintendente Pepino, me meto yo en su lugar y me cambio el nombre, ¿no? ¡Venga ya, Seiji Mizushima! ¡Es de ser inútiles, ¿eh?!
-¿Pero qué dice? –le susurró Wedge a la oreja de Biggs.
-No sé, yo sólo escucho. –le respondió la oreja de Biggs.
-Tenemos que hacerle unas preguntas, señor Smith. –dijo Biggs más serio que un detective.
-Adelante, pasen.
Al fin pudieron entrar en la casa después de tantos incidentes. Biggs se tuvo que agachar para no golpearse y Wedge pudo haberse multiplicado por cuatro sin que le pasara nada. Se sentaron en la mesa.
-Ustedes dirán. –dijo el señor Smith mientras les servía una taza de té.
-Hemos venido para investigar una serie de incidentes que han tenido lugar estos últimos días. –dijo Biggs mientras Wedge estaba tocando a la señora Smith con un palo de madera para ver si despertaba- Creemos que el origen de todo se esconde aquí, en esta casa.
-¡Mierda! ¡Mierda! –se susurró a sí mismo el Origen, oculto en un armario de la casa- ¡Me van a pillar! ¡Dios! ¿Qué hago, qué hago? ¡Ay, de mí!
-¿Y eso? –preguntó el señor Smith- No ha ocurrido nada raro estos últimos días excepto el secuestro de nuestro hijo. –dijo con la calma de un mago que puede parar el tiempo.
-Así que un secuestro, ¿eh? –dijo Biggs- Ya veo. Cuéntenoslo, por favor.
Y el señor Smith les explicó paso a paso el secuestro. Incluso el Diablo hubiera llorado, pero él lo contaba como si fuera Séneca. Wedge estaba sumamente emocionado y sus golpes con el palo a la señora Smith aumentaron hasta tal punto que le reventó un ojo.
-¡¿Qué le has hecho a mi mujer, maldito estúpido?! –gritó el señor Smith- ¡Se lo voy a contar a mi hermano gemelo!
-¡Ay, Dios! Lo he hecho sin querer…Yo no…¡Lo siento mucho!
En esa situación, los dos policías no podían hacer nada más que salir corriendo, y eso hicieron. El señor Smith sacó su escopeta y disparó unos cuantos tiros hasta que se hartó. Uno de ellos impactó en el pie de Wedge.
-¡¡Siente el dolor!! –gritó Smith con una sonrisa psicópata semejante a la de Boca de Sauron.
-¡Nos va a matar, Biggs! ¡Este tipo está loco!
-¿Cómo coño quieres que esté después de que le hayas reventado un ojo a su mujer, idiota? –le respondió Biggs mientras le ayudaba a montar en su espalda.

Mientras Biggs y Wedge corrían tan lejos como podían, la teniente Bajirül y el Capitán Filomena ya habían llegado hacía tiempo al bosque con su coche patrulla.
-Parece que está todo hecho un fiasco. –dijo la teniente.
-S…S…Sí. –consiguió decir el capitán.
Continuará...

1 comentario:

MrK1511 dijo...

Ei Xavi! felicitats per aquest setè capítul! m'ha semblat especialment bo!
Aviam quan apareix la novia cega (i amb d'altres patologies fisiològiques) de l'home lleig xD
Vagi bE!