domingo, 25 de enero de 2009

Quinto capítulo de El hombre que ríe

¡Buenos días, bourbonianos! Esto…el capítulo de hoy de El hombre que ríe se lo dedico a Sandra, la pre-psicóloga, amiga de MrK1511. Espero que este capítulo te anime después ese golpe tan duro por la pérdida del hipopótamo (risitas, llantos y más risitas).

Antes deberíamos hacer, tal como prometí, un pequeño resumen de los cuatro capítulos anteriores. Recordemos que unos secuestradores entraron en la casa de los Smith y secuestraron a su hijo, pero nadie lo quería. Entonces le deformaron la cara y se fue al bosque, donde encontró a Ruddolff el enano. Al cabo de unos días, entró en escena una nueva figura: el Hipopótamo Feliz (el apellido es Feliz). Al cabo de otros días más, los Melocotones Asesinos acecharon el bosque y el Trío Calavera tubo que robar un barco. Durante el viaje, el hipopótamo fue tirado al mar por Ruddolff, y en estos instantes nuestros compañeros ven tierra a la vista mientras tienen detrás suyo una extraña sombra con alas. ¿Qué será, será…?

EL HOMBRE QUE RÍE

Capítulo V: Su apellido es Feliz

En cuestión de segundos, la sombra se fue perfilando, ganando un ligero toque rosado. Los bordes de la nada figura esbelta se fueron contorneando más y más hasta evidenciar lo imposible. Cualquiera podría haber usado, sin miedo a equivocarse, la frase hecha “tener más vidas que un gato”.
-¡Pero si es…! –balbuceó el hombre, impresionado- ¡Hipopótamo! ¡Qué alegría volver a encontrarnos!
-Mierda –pensó el enano.
-¡Buenas! –dijo el renacido hipopótamo- ¡Cuando me he despertado, estaba hundido en el mar junto con una cuerda atada a una piedra de dimensiones semejantes a la de una televisión envuelta en una bolsa de basura llena de bolas de villar verdes! –dijo con una sonrisa de disco rayado- Y...Mira por dónde…¡He aprendido a volar! No sabía que podía hacerlo. Ha sido una estupenda sorpresa para mí. –volvió a sonreír con la misma estupidez.
El hombre respondió su sonrisa estúpida con una de idéntica y los dos se pusieron a reír tan lamentablemente como les permitieron sus bocas. El enano, por su parte, se giró lentamente encarando su cara contra la del hombre. Su movimiento estaba perfectamente coordinado con su juego de piernas. Se paró de golpe y, tranquilamente, citó:
-Eres muy feo, ¿eh? No me sorprende que tus padres te abandonasen a las manos de esos bandidos.
Se oyó un espejo quebrarse. Los ojos del hombre se palidecieron. Se puso blanco como una pared aburrida y empezó a temblar.
-¿Qué tienes, chico? –preguntó Ruddolff.
-Creo que se ha ofen… -trató de explicarle el hipopótamo renacido.
-Tú, cállate, coño. –dijo molesto y soez el enano- ¿Quién se creería a un hipopótamo de mierda como tú?
Y el estado de dos de nuestros tres compañeros de fatigas pasó a ser depresivo. La escena era algo parecida a un entierro de una bella jovencita a la que todos amaban.
-¡Joder…! –renegó el enano- ¿Por qué coño estáis así? ¡Estamos aquí para vivir aventuras divertidas! Alegría, joder, que la vida es bella.
Y Ruddolff, misteriosamente, consiguió levantar los ánimos de los dos idiotas. Tres minutos más tarde podríamos observarlos jugando al “Aquí te pillo, aquí te mato”, acto que duraría largas horas.
-Malditos gays… -pensó Ruddolff- la próxima vez los quemaré directamente.
Al final de ese diálogo, el Trío Calavera consiguió amarrar el barco en la isla a duras penas. Ruddolff se puso a mandar a los otros dos tripulantes, insultándolos porqué sí de vez en cuando mientras se rascaba sus pequeños testículos de enano. Como anécdota, cabe resaltar que tenía tres, y ese era el auténtico motivo por el cual le expulsaron de la Tribu de los Cañoneros, pero todo era un secreto que sólo los enanos y el periódico sabían.
-Por cierto… -comentó el hipopótamo mientras sudaba como una catarata de tanto trabajar- Mañana es día de reyes. Ya tienes nuestro regalo preparado, Ruddolff? –y rió como siempre.
-¿Yo? –contestó el enano mientras sudaba menos que un desierto de tan poco trabajar- ¿Regalo? ¿Para un jodido hipopótamo y un feucho? Los regalos os lo darán vuestras putas madres. –se paró el tiempo por un momento- Bueno, la del hombre no, que es peor que el Diablo –y se puso a reír maliciosamente como aquellos malos, malotes de las películas.
A pesar de aquella maldad desprendida por ese pequeñajo mal nacido, el feo y el tonto tendrían una buena sorpresa el día de reyes.
-Ey, vosotros. –volvió a llamarles la atención Ruddolff- Me voy un momento. Volveré en seguida.
Y se fue a buscar arena de la playa y un poco de madera de las palmeras que encontró por ahí. Con ese material consiguió construir un juguete muy extraño con inspiraciones vanguardistas. Si era un juguete o no, incluso ni los más sabios podrían ponerse de acuerdo.
Al día siguiente se despertaron y encontraron una manta con dos bultos. Se sorprendieron todos, por supuesto. El hombre sacó la manta torpemente y pudo observar una cajita envuelta meticulosamente que ponía “para Ruddolff” con tantas faltas como podían caber en esas doce letras, y otra envuelta con papel de diario sucio y podrido que decía “por el hipopótamo”. Hasta había hongos ahí.
Continuará...

1 comentario:

Athrun dijo...

El enano me estresa considerablemente. Yo voto por que se descubra su condición de robot dilatable escaso de lubricación y que sea esa la causa de su cabronerío recalcitrante.

El hipopótamo no obstante es un personaje profundísimo, estaría bien una sub-historia en la que se narre con particular pericia cómo ha logrado convertirse en un angel sephirótico, o lo que sea.