viernes, 16 de enero de 2009

Estreno de la reedición de El hombre que ríe

Muy buenas otra vez, bourbonianos. No, esto no tiene nada que ver con Ghost in the Shell. El texto que os traigo es una reedición de L'Home Rialler, un cuento que pasé a mis amigos en el 2005 y que se leían porque les amenazaba de muerte (qué remedio). Hay que remarcar que este cuento está inspirado muy libremente en el cuento homónimo de J. D. Salinger que está publicado en Nueve Cuentos.
La edición original del 2005 estaba en catalán y era un poco horrenda. La pasaba en folios individuales (que equivalían a capítulos) una vez por semana, más o menos. En total, la primera temporada de L'Home Rialler constaba de siete capítulos, con un final bastante brusco.
En el 2008 me planteé la idea de empezar la segunda temporada y eso hice. Me comprometo, pues, a traducir y reeditar la primera y segunda temporada de El hombre que ríe. Si todo marcha bien, quizás me animo a escribir la tercera y última temporada. Espero que os guste la reedición. La cosa empieza así:

EL HOMBRE QUE RÍE
(reeditado)

Capítulo 1: El niño que no valía ni una piedra

Era un día de verano de esos calurosos, calurosos, a pesar de que llovía sin parar. La casa de los Smith estaba aislada de la ciudad y la familia vivía en paz y armonía con la naturaleza. En este preciso instante de chaparrón épico, dentro de la casa se podía ver la señora Smith cosiendo un jersey para su marido, que estaba escondido en el lavabo. Él era un tipo de esos duros, duros, un auténtico semental musculoso que se dedicaba a cortar árboles para producir stock y a esconderse en los lavabos cuando tenía tiempo libre. Ella era ama de casa y estaba todo el santo día cosiendo jerseys para su marido y descosiendo los de su hijo para tener más tela. La verdad sea dicha, los padres del futuro nombrado Hombre que ríe no querían demasiado a su hijo, hecho que quedará demostrado dentro de poco.

A unos cien metros de la casa, tres secuestradores estaban planeando, como es evidente, un secuestro.

Lógos: Bueno, chicos, ya hemos hecho esto muchas veces. Pensad que tenemos que aferrarnos al plan. Es necesario que todo salga como lo hemos calculado. No podemos fallar.
Thymós: ¡Sí! ¡A la carga, joder! (exaltado)
Epithymía: ¡Oh! ¡Sí! (orgasmeando)
Lógos: No hace falta que os emocionéis tanto. (Pausa) Tápate un poco, Epithy. (Otra pausa)

Cinco minutos después, el hijo de los Smith, al cual nunca le pusieron nombre para que no tuviera (sabios estrategas), empezó a chillar pidiendo ayuda. Los tres secuestradores lo habían pillado jugando tranquilamente con la pelota en el patio y encima, sin camiseta. Evidentemente, jugaba solo.

-¡Señores Smith! –gritó Lógos- ¡Tenemos a su hijo como rehén! ¡Más vale que nos entreguen sus treinta-mil guiles que tienen guardados! ¡De lo contrario, su hijo morirá!
-Eso, eso, maldita sea, joder. ¡¡¡Estoy harto de tanta injusticia!!! –dijo Thymós sin saber nadie a qué venía. Mientras tanto, Epithymía estaba tocándole el rabo al pobre crío-.
-Bah… -soltó tranquilamente la señora Smith- Ya te lo puedes quedar todo, todito.
-Eso, eso –dijo el padre- Ni por una piedra lo querríamos. Dios mío, que hijo más inútil. Es más feo que un pie.

En ese momento, los secuestradores quedaron acojonados sin saber qué hacer. El pobre niño, que, como ya hemos dicho, no tenía nombre, se puso a llorar como un niño y sus padres hicieron como si nada hubiese pasado, siguiendo el transcurso normal del tiempo. Los secuestradores se dieron cuenta de que había gente peor que ellos y entonces, Thymós, irado, tuvo una idea de bombero. Metió la cabeza del niño sin nombre en una especie de caja de metal y con unos extraños mecanismos le deformó el rostro.
Lógos: ¡¿Pero qué has hecho, animal?! Tú no razonas, tío…
Thymós: Déjate de chorradas, joder. ¡¡Venganza!!
Epithymía: ¡¡Ooooh!! Dios santo, qué bien.
Lógos: Eres una zorra maloliente. Quítale ese aparejo metálico, Thymós, anda.
Entonces, surgió el Horror. Al quitarle la caja, se le vio el rostro al pobre muchacho. El ambiente se caldeó, la Tierra entera sintió un escalofrío de dolor y desgarro. El chico quedó tan espeluznantemente feo que los secuestradores se desmayaron al instante. El niño quedó un poco perplejo (sólo un poco) y se marchó bosque adentro, desesperado. Notó que todos los animales huían a su paso y los más pequeños se torcían y explotaban a causa de su faz horrenda. Como consecuencia, se quedó más solo que la una.

Y no es que pasaran demasiadas cosas hasta entonces. Él simplemente existió y creció, solo, alimentándose de frutas y de lo que encontraba. Pasaron cinco años y durante ese periodo se había hecho grande y ya no era un niño, sino un hombre hecho y derecho. Ese día, pero, cambió la vida del hombre para siempre. Siguiendo su monótona vida, se fue a buscar agua al riachuelo, pero se encontró con una extraña criatura pequeña en forma de hombre, pero pequeña, claro. Era un enano y estaba ahí tirado.
-¡Joder! –exclamó el enano- ¿Qué coño hago aquí tirado? Por el amor de Dios…¿Me he dormido? ¿Quién coño eres tú? Eres más feo que un pie, joder.
El hombre, al sentir esas palabras que para cualquiera hubieran sido una ofensa, se puso feliz, pues el enano no marchó corriendo. Fue el primer ser que no marchó corriendo al verle la cara. Rió.
-¡Coño! –exclamó el enano- Mira que llegas a ser feo, cuando ríes. Lo eres mucho más que cuando no ríes. ¿Cómo coño te llamas?
-No tengo nombre, pero me puedes llamar Hombre. –dijo el hombre- Mis padres me…
-Sí, sí, Hombre, te creo. Yo me llamo Oscar Joaquín Rodolfo, pero me puedes llamar Ruddolff. –se hizo una pausa de largo rato- Sí, sí, con estilo inglés, que queda más…más…más.
-Ah…De acuerdo. –Asintió el hombre- ¿Cuántos años tienes?
-¿Qué?
-Que cuántos años tienes.
-¿Yo? ¿Años? Tú estás chiflado. Yo no tengo años. –se hizo otra larga pausa- Bueno, en realidad sí tengo. 24. Sí, eso es, 24. (se hizo otra pausa) Oye, por cierto, eres auténticamente feo. Vamos a solucionar esto.
Entonces, el enano se fue a buscar algo para taparle la cara al hombre. Lo mejor que encontró fue un trapo sucio y podrido tirado por ahí en medio del bosque.
-Toma, feo. Ponte esto –el enano le dio el trapo asqueroso al hombre y éste se puso muy contento y alegre. Desde ese instante en que su faz ya no estaba a la vista, todos los animalillos del bosque empezaron a salir de nuevo y las plantas volvieron a crecer. El bosque volvió a ser un lugar digno.

Y fue en ese momento cuando se pudo oír alrededor el bosque un ruido sobrecogedor. De los arbustos espesos apareció una extraña figura (para variar) en forma de lobo y que llevaba un tablero de ajedrez debajo del sobaco. El tipo ese daba bastante miedo y parecía estar verdaderamente hambriento.

Y fue en ese preciso instante cuando, de golpe…

Continuará...

2 comentarios:

Athrun dijo...

Muy buenas tenga usted. Paso por aquí para saludar, y cual es mi sorpresa que después de comenzar a leer con recelo esta historia (es que no tengo costumbre) voy y me quedo enganchado leyéndola hasta el final! Inaudito en mi.

Felicidades, esperaré interesado la continuación de las fabulosas aventuras del engendro y el enano.

Nos vemos !

··eudald dijo...

genial tiu!
ia the fet via msn la meva crítica positiva! ;)
i merci per arreglar-me el meu..a veure si el trec endavant i aconsegueixo escriure algo minimament interessant!
vagi be nano, ens veiem!