jueves, 26 de febrero de 2009

Valoración del Panetone

Me quedo bastante satisfecho con vuestros 29 votos, pero hay cosas en esta vida que no cuadran. Ya se sabe, los griegos atribuían todo lo irracional, lo que no tiene sentido, lo que depende del azar, al Destino. El hecho fortuito era una demostración de lo divino. El concepto de absurdo es bastante moderno y los existencialistas se han obsesionado con él. Es interesante que los cinco cachondos que han votado "Porque es bueno" reflexionen sobre eso. ¿Cómo os va a gustar el Panetone de los huevos? Bueno, en vez de atribuirlo a causas divinas, deduciremos que son unos risitas.
Estos cuatro que han votado "¿Qué es el Panetone"...No saben la suerte que tienen. ¡La ignorancia hace la felicidad, amiguitos bourbonianos! La verdad sea dicha, es mejor no saber qué es esa masa fantasmal y empalagosa que come cada día el Diablo.
A los ocho del "No sé, sólo le gusta a mi primo" haced reflexionar a vuestro primo para que cambie de tendencias, por favor. Yo también tengo uno al que le gusta y es más insoportable que la levedad del Ser.
¡¡Y la gran victoriosa y triumfadora de la noche es "Es la gran duda del siglo XXI"!!! Por supuesto que sí, que ésa es la gran duda, joder. Su éxito es algo completamente sin sentido. Y es que no hay nada más que decir al respeto.

sábado, 7 de febrero de 2009

Noveno capítulo de El hombre que ríe.

¡Al fin tenemos el capítulo nueve! Ya era maldita hora. Aquí también va a suceder alguna que otra sorpresita, como ya indica el título del capítulo. Dos muertes en un mismo día no pasan cada día.

EL HOMBRE QUE RÍE

Capítulo IX: Ojo por ojo, diente por diente.

La cabeza de Biggs se rompió en mil pedazos. Fragmentos de cerebro esparcidos por el suelo, un ojo aquí y otro allá; era un espectáculo dantesco.
-¡Un francotirador! –gritó la teniente- ¡Escondeos, rápido!
-No…No puede ser… -dijo acojonado Wedge- ¡Biggs! –y fue hacie él, pero el capitán lo detuvo.
-Idiota, te va a disparar a ti también.
-¡Déjame, capitán! ¡Joder! –gritó Wedge llorando impotente- ¡¡Mierda!!
-Esto se nos está yendo de las manos, teniente. –le dijo Filomena mientras agarraba a Wedge.

Por lo que respecta a los tres protagonistas, era el turno de llevar a cabo su plan de exterminar a los marineros rusos. Ya era de noche y se dirigieron hacia el barco. Los tres iban caminando muy motivados y de modo peliculero. El enano a la derecha, el hipopótamo a la izquierda y el protagonista en medio con una bolsa de plástico tapándole la cara. Las seis pisadas impactaban fuertemente con la madera, que no paraba de quejarse. Los rusos les estaban oyendo con impaciencia y ganas mientras un violín muy excitado tocaba una partitura rápida y violenta. La escena era tremenda.
Entonces, se desató la locura. Entre el llanto y la gloria, el enano y el hipopótamo destaparon el rostro del hombre. El violín cesó de golpe y la escena se quedó en un inmundo silencio que retumbaba en los corazones de todos. Era como si, de algún modo, el silencio fuera ruido aterrador que rugía hambriento. El cielo se puso a cantar unas pequeñas gotas de agua que chocaban vigorosamente contra la madera y el mar. Las cuatro cuerdas del violín se quebraron una tras otra; las piernas de los rusos empezaron a temblar y agudizaron el movimiento en cuestión de segundos. El capitán estaba absorto. A uno le explotó una oreja. A otro le estallaron los ojos, mezclando sangre y agua. A otro más se le reventaron las piernas y sucumbió al mar. Otro vomitó el hígado y el capitán, Yevgeriy Rusenko Mostovsjrata Partanov hijo, se disparó a sí mismo por no tener que ver a aquel hombre. A pesar de que eran ciegos, nada podían hacer con el tremebundo poder de fealdad del hombre, que todo lo transcendía. Sólo unos pocos seres como Dios (sólo el cristiano), el sol, los hipopótamos y la gente con cierto gen alterado podían soportarlo. Cualquiera podría sospechar que sería un arma útil para las guerras, pero eso sería demasiado sudado y le podrían mandar a tomar por el culo.

-¡Teniente! –gritó Filomena oculto en un punto ciego a unos metros de la teniente mientras agarraba a Wedge- ¿Qué hacemos?
-¡Estamos jodidos! –contestó- ¡Saca nuestro as!
-¿Estás segura?
-¡Sólo hazlo! ¡No tenemos alternativa!
Entonces el capitán se sacó una lámpara dorada con ornamentos asiáticos. Hizo un sorbo y la frotó suavemente.
-¡Eh, que no funciona! –gritó Filomena.
-¡Tienes que darle palmaditas, joder! –le contestó Bajirül embarazosamente.
-¿Cómo que palmaditas? ¿Dónde se ha visto convocar a un genio dándole palmaditas a una lámpara? ¡Como si fuera un culo…!
-¡Ya lo sé, idiota, ¿yo qué quieres que te diga?!
-Bueno, bueno…Vamos a ver… -dijo Filomena para sí, y le dio unas palmaditas a la lámpara como si de un culo se tratase. A causa de ello empezó a salir un humo azul que iba formando algo antropomórfico. Salió un genio calvo con unos gayumbos con dibujitos de zanahorias. La cosa no podía ser más ridícula.

-¡Olá! –dijo el genio- Vejo que estais em problemas. ¡Eu sou o génio dos gayumbos com dibujitos de zanahorias! –hablaba en un portugués horrible, como si le tradujeran en un traductor de Internet. Las palabras que no sabía, las dejaba igual- Tens três desejos. ¿Que queres que faça?
-¿Pero qué coño…? –se extrañó el capitán. ¡Teniente, este tipo habla portugués!
-¡Biggs sabía portugués…! –dijo llorando Wedge- ¡¡Biggs!!
-¡¿Es que sois imbéciles?! –gritó la teniente- ¡Incluso yo le entiendo desde aquí!
-Bueno… -dudó Filomena- vamos a intentarlo. Esto…¡Olá!
- Não faz falta que me fales português. Eu já te entendo. –dijo el genio portugués- Pede rápido os desejos, que me quero ir a duchar, que faço uma peste insuportável.
-¡Teniente! –gritó Filomena- ¡Creo que soy idiota!
-Joder… -renegó la teniente.
-Vinga, vinga, da-te pressa, que faço uma peste insuportável. –le dijo impaciente el genio.
-Esto…Sí. Bueno. Quiero que mates al francotirador ese de ahí. Se llama Smith, ¿sabes? Es muy mala gente. Va soltando tiros por ahí y…
-A mim me importa uma mierda o que ele faça. –respondió de manera borde el genio- Mato-o e marcho-me, pesado dos caralho.
Y entonces el genio se sacó un rifle de sus gayumbos de zanahorias y disparó audazmente. La cosa duró tan poco que no hubo tiempo ni para la emoción. El señor Smith, el padre del hombre que ríe, murió al acto.
-Que te dêem pelo cu, maldito pai dos ovos. –le dijo al señor Smith.
Después del disparo, los tres policías salieron de sus escondites más tranquilos.
-Este puto genio portugués es la hóstia. –dijo el capitán.
-Cállese, capitán. Dos hombres han muerto hoy. –le contestó la teniente- Podes-te marchar, génio. Obrigado. –le dijo al genio.
-¡Adeus! ¡Vou-me a duchar!
-¡Mierda, joder! –renegó Wedge- ¡La que habéis liado! ¡El tipo que habéis matado es el hermano gemelo del superintendente!
-¡¿Qué?! –exclamaron los dos a la vez.
Continuará...

O.o

Buenas, bourbonianos. Esta semana he estado realmente ocupado y todavía tengo el capítulo IX a medias. Supongo que mañana lo podré subir. ¡Disculpadme!

lunes, 2 de febrero de 2009

Octavo capítulo de El hombre que ríe

¡Muy buenas, bourbonianos! A partir de este octavo capítulo, El hombre que ríe no sigue como en la edición catalana del 2005. He preferido alargarlo y cambiarlo sustancialmente porque la cosa era demasiado homogenea, así que tendréis más primera temporada, y novedosa.
Esta vez los agentes de policía se encontrarán con una tensa y sangrienta situación. ¡Que lo disfrutéis!

EL HOMBRE QUE RÍE

Capítulo VIII: Crónica de una muerte para nada anunciada

Y el enano, el hombre y el hipopótamo no se lo pensaron dos veces y esperaron a que llegase el traficante de moniatos ilegales desde Rusia, ya que no tenían nada más que hacer. Durmieron al raso cerca del vendedor de moniatos y a causa de eso la noche tuvo un ligero toque a moniato quemado, pero generalmente se durmió bien. El hombre fue el primero en despertarse con la luz del sol. Alzó la cabeza y su repugnante faz estaba infestada de luz y no veía nada. De repente, al sol le apareció una boca y gritó:
-¡¡¡Feo!!!
El grito que emitió el hombre hizo que el enano y el hipopótamo se despertasen.
-¿Qué coño…? –renegó Ruddolff.
-¿Tan temprano y ya juegas al Chillón, hombre? –preguntó alegremente el hipopótamo con otra risa de disco rayado. Entonces Ruddolff localizó un objeto en el horizonte.
-¡Mirad! Es el barco ruso. Tengo un plan, chicos –les advirtió mientras ellos eran todo orejas- Primero de todo, taparemos por completo la cara del hombre con una cazuela y, por la noche, subiremos al barco y le sacaremos la cazuela cuando todos los tripulantes estén fuera. ¡Toda la tripulación se irá a pique y nos apoderaremos del barco!
Lo hicieron por democracia y los votos fueron dos contra uno. Mayoría absoluta. Pero el Trío Calavera no tenía ni idea de que el capitán del barco, Vladimir Yevgeriy Rusenko Mostovsjrata Partanov hijo (al que sus compañeros le llamaban simplemente V.Y.R.M.P. Junior) estaba misteriosamente escuchándolos bajo tierra con una caña de bambú.
-¡Juas…! –dijo confiado Vladimir Yevgeriy Rusenko Mostovsjrata Partanov hijo- ¡No tienen ni idea de qué calaña estamos hechos, porque somos ciegos! ¡Toda la tripulación! ¡Si hacen algún movimiento sospechoso, los esclavizaremos y los mandaremos a hacer butifarras toda su miserable vida! ¡¡¡Muahahahahahaha!!! –y rió tan fuertemente que se pudo oír desde fuera, pero nadie se dio cuenta.

A unos cuantos kilómetros de allí, en el bosque antes mencionado, se encontraban Bajirül y Filomena.
-No hay nada que hacer, Capitán. –dijo con desánimo la teniente- Está todo hecho un desastre.
-Ya. –respondió Filomena con una voz diferente- ¡Estos melocotones de hoy en día…! Qué bromistas, ¿eh? –añadió con una mueca ridícula.
-¿Y esa ligereza en el habla? –preguntó la teniente.
-No sé. Ya lo irás notando. Por eso me llaman Random.
-¿Random? –preguntó extrañada. Entonces sonó el móvil de Filomena con la música de Berni, el osito enamorado, cosa que provocó la indignación de la teniente.
-Buenas, jefe. Sí, ya sabes que voy cambiando de vez en cuando. Eso, eso. Entendido, de usted. ¿Si? No…No, no, qué va. Bueno, esta vez…Ya veo. Ya veo…No, si yo…Sí, claro, claro. –Bajirül se estaba impacientando, pues ya llevaban quince minutos hablando de tonterías- Sí. No, no, qué va. Esto…No sé, jefe. Podríamos ir alguna vez. Ahí, ahí. ¡Ahí le has dado, jefe! Sí, de usted, ya…Es que tengo poca memoria. Bueno. Sí. Ya veo…¿Sí? No, no, qué va.
-Capitán, -le llamó la atención la teniente, muy furiosa- ¿de qué coño están hablando tanto rato?
-Venga, mujer, no seas así. –dijo el capitán- Hacía mucho tiempo que no hablaba con Pepino. –y se puso otra vez al teléfono- Sí, jefe, sí…
-¡Es tu maldito jefe! ¡No le llames de ese modo! –y al fin, el capitán colgó.
-Hay que ver lo difícil que es trabajar con mujeres… -comentó para él Filomena, levantando ligeramente la cabeza hacia arriba.
-¿Pero cómo se puede llegar a ser tan mezquino de la noche al día? –se desesperó Bajirül.
-Vamos, mi teniente. -le comentó el capitán con voz suave y agradable- Tenemos trabajo que hacer.
-¿Eh? Sí… -y se le enrojecieron las mejillas a la teniente.

-¡Wow! –pronunció Wedge escondido en un arbusto junto con Biggs, que después de correr tanto llegaron hasta Bajirül y Filomena. –¡Qué historia de amor tan bella…!
-Se puede saber qué hacemos aquí escondidos? –preguntó Biggs.
-¿No te da morbo que esos dos estén liados, Biggs? –preguntó con cara de ansias Wedge.
-No es asunto mío y además te lo estás inventando.
-¡A ti te gusta la teniente, dominguero!
-No soy ningún dominguero. –dijo Biggs más tranquilo que Iniesta en una rueda de prensa- Y no me gusta la teniente. Vamos. –y se levantó hacia ellos.
-¡Eh, espera, Biggs! –le siguió Wedge.
-Veo que has vuelto a la normalidad, capitán –le respondió inexpresivo Biggs.
-¡Eso es, estoy mejor que nunca, y con mi teniente ladrona no hay quien me pare!
-¡¿Ladrona?! –se molestó la teniente.
-¡Eso es, teniente! –exclamó Filomena- ¡Que me has robado el corazón!
-Capitán, se está comportando de un modo inadecuado para su rango. –dijo con las mejillas un poco rojas.
-¡Venga ya, teniente! –se incorporó Wedge con ganas de fiesta, que se había olvidado del disparo en la pierna- ¡Es demasiado formal!

En ese mismo instante, el señor Smith se aposentó en un monte cercano a los cuatro policías y con un rifle de francotirador los apuntó. Tenía un rostro muy motivado, creyéndose experto en la materia. Estaba mirando con el objetivo del arma, donde se podían ver a los agentes en un tamaño enorme.
Apuntó.
Disparó.
Se oyó un ruido estremecedor…
...De una cabeza explotar, bañándolo todo de sangre.
Continuará...