sábado, 7 de febrero de 2009

Noveno capítulo de El hombre que ríe.

¡Al fin tenemos el capítulo nueve! Ya era maldita hora. Aquí también va a suceder alguna que otra sorpresita, como ya indica el título del capítulo. Dos muertes en un mismo día no pasan cada día.

EL HOMBRE QUE RÍE

Capítulo IX: Ojo por ojo, diente por diente.

La cabeza de Biggs se rompió en mil pedazos. Fragmentos de cerebro esparcidos por el suelo, un ojo aquí y otro allá; era un espectáculo dantesco.
-¡Un francotirador! –gritó la teniente- ¡Escondeos, rápido!
-No…No puede ser… -dijo acojonado Wedge- ¡Biggs! –y fue hacie él, pero el capitán lo detuvo.
-Idiota, te va a disparar a ti también.
-¡Déjame, capitán! ¡Joder! –gritó Wedge llorando impotente- ¡¡Mierda!!
-Esto se nos está yendo de las manos, teniente. –le dijo Filomena mientras agarraba a Wedge.

Por lo que respecta a los tres protagonistas, era el turno de llevar a cabo su plan de exterminar a los marineros rusos. Ya era de noche y se dirigieron hacia el barco. Los tres iban caminando muy motivados y de modo peliculero. El enano a la derecha, el hipopótamo a la izquierda y el protagonista en medio con una bolsa de plástico tapándole la cara. Las seis pisadas impactaban fuertemente con la madera, que no paraba de quejarse. Los rusos les estaban oyendo con impaciencia y ganas mientras un violín muy excitado tocaba una partitura rápida y violenta. La escena era tremenda.
Entonces, se desató la locura. Entre el llanto y la gloria, el enano y el hipopótamo destaparon el rostro del hombre. El violín cesó de golpe y la escena se quedó en un inmundo silencio que retumbaba en los corazones de todos. Era como si, de algún modo, el silencio fuera ruido aterrador que rugía hambriento. El cielo se puso a cantar unas pequeñas gotas de agua que chocaban vigorosamente contra la madera y el mar. Las cuatro cuerdas del violín se quebraron una tras otra; las piernas de los rusos empezaron a temblar y agudizaron el movimiento en cuestión de segundos. El capitán estaba absorto. A uno le explotó una oreja. A otro le estallaron los ojos, mezclando sangre y agua. A otro más se le reventaron las piernas y sucumbió al mar. Otro vomitó el hígado y el capitán, Yevgeriy Rusenko Mostovsjrata Partanov hijo, se disparó a sí mismo por no tener que ver a aquel hombre. A pesar de que eran ciegos, nada podían hacer con el tremebundo poder de fealdad del hombre, que todo lo transcendía. Sólo unos pocos seres como Dios (sólo el cristiano), el sol, los hipopótamos y la gente con cierto gen alterado podían soportarlo. Cualquiera podría sospechar que sería un arma útil para las guerras, pero eso sería demasiado sudado y le podrían mandar a tomar por el culo.

-¡Teniente! –gritó Filomena oculto en un punto ciego a unos metros de la teniente mientras agarraba a Wedge- ¿Qué hacemos?
-¡Estamos jodidos! –contestó- ¡Saca nuestro as!
-¿Estás segura?
-¡Sólo hazlo! ¡No tenemos alternativa!
Entonces el capitán se sacó una lámpara dorada con ornamentos asiáticos. Hizo un sorbo y la frotó suavemente.
-¡Eh, que no funciona! –gritó Filomena.
-¡Tienes que darle palmaditas, joder! –le contestó Bajirül embarazosamente.
-¿Cómo que palmaditas? ¿Dónde se ha visto convocar a un genio dándole palmaditas a una lámpara? ¡Como si fuera un culo…!
-¡Ya lo sé, idiota, ¿yo qué quieres que te diga?!
-Bueno, bueno…Vamos a ver… -dijo Filomena para sí, y le dio unas palmaditas a la lámpara como si de un culo se tratase. A causa de ello empezó a salir un humo azul que iba formando algo antropomórfico. Salió un genio calvo con unos gayumbos con dibujitos de zanahorias. La cosa no podía ser más ridícula.

-¡Olá! –dijo el genio- Vejo que estais em problemas. ¡Eu sou o génio dos gayumbos com dibujitos de zanahorias! –hablaba en un portugués horrible, como si le tradujeran en un traductor de Internet. Las palabras que no sabía, las dejaba igual- Tens três desejos. ¿Que queres que faça?
-¿Pero qué coño…? –se extrañó el capitán. ¡Teniente, este tipo habla portugués!
-¡Biggs sabía portugués…! –dijo llorando Wedge- ¡¡Biggs!!
-¡¿Es que sois imbéciles?! –gritó la teniente- ¡Incluso yo le entiendo desde aquí!
-Bueno… -dudó Filomena- vamos a intentarlo. Esto…¡Olá!
- Não faz falta que me fales português. Eu já te entendo. –dijo el genio portugués- Pede rápido os desejos, que me quero ir a duchar, que faço uma peste insuportável.
-¡Teniente! –gritó Filomena- ¡Creo que soy idiota!
-Joder… -renegó la teniente.
-Vinga, vinga, da-te pressa, que faço uma peste insuportável. –le dijo impaciente el genio.
-Esto…Sí. Bueno. Quiero que mates al francotirador ese de ahí. Se llama Smith, ¿sabes? Es muy mala gente. Va soltando tiros por ahí y…
-A mim me importa uma mierda o que ele faça. –respondió de manera borde el genio- Mato-o e marcho-me, pesado dos caralho.
Y entonces el genio se sacó un rifle de sus gayumbos de zanahorias y disparó audazmente. La cosa duró tan poco que no hubo tiempo ni para la emoción. El señor Smith, el padre del hombre que ríe, murió al acto.
-Que te dêem pelo cu, maldito pai dos ovos. –le dijo al señor Smith.
Después del disparo, los tres policías salieron de sus escondites más tranquilos.
-Este puto genio portugués es la hóstia. –dijo el capitán.
-Cállese, capitán. Dos hombres han muerto hoy. –le contestó la teniente- Podes-te marchar, génio. Obrigado. –le dijo al genio.
-¡Adeus! ¡Vou-me a duchar!
-¡Mierda, joder! –renegó Wedge- ¡La que habéis liado! ¡El tipo que habéis matado es el hermano gemelo del superintendente!
-¡¿Qué?! –exclamaron los dos a la vez.
Continuará...

1 comentario:

Job dijo...

PEdimos el decimo. Digo "peidmos" porque los dmés boubonianos seguroq eu también lo piden :P.

Bye